Michael Shermer, editor de la revista Skeptic, suele relatar una anécdota muy instructiva. En una ocasión desenmascaró públicamente a un famoso espiritualista televisivo.
El hombre engañaba al personal con trucos ordinarios y le hacía creer que se estaba comunicando con espíritus de personas muertas. Pero, en lugar de mostrarse hostil con el charlatán desenmascarado, la audiencia se encaró con el desenmascarador y respaldó a una mujer que lo acusó de conducta «inadecuada» porque había destruido las ilusiones de la gente.
Uno pensaría que la mujer tendría que haberle estado agradecida por quitarle la venda de los ojos, pero por lo visto ella prefería mantenerla bien apretada.
Creo que un universo ordenado, indiferente a las preocupaciones humanas, en el que todo tiene una explicación (aunque todavía nos falte mucho trecho por recorrer antes de encontrarla) es un lugar más hermoso y maravilloso que un universo embaucado por una magia caprichosa y ad hoc.
El hombre engañaba al personal con trucos ordinarios y le hacía creer que se estaba comunicando con espíritus de personas muertas. Pero, en lugar de mostrarse hostil con el charlatán desenmascarado, la audiencia se encaró con el desenmascarador y respaldó a una mujer que lo acusó de conducta «inadecuada» porque había destruido las ilusiones de la gente.
Uno pensaría que la mujer tendría que haberle estado agradecida por quitarle la venda de los ojos, pero por lo visto ella prefería mantenerla bien apretada.
Creo que un universo ordenado, indiferente a las preocupaciones humanas, en el que todo tiene una explicación (aunque todavía nos falte mucho trecho por recorrer antes de encontrarla) es un lugar más hermoso y maravilloso que un universo embaucado por una magia caprichosa y ad hoc.
Una vez comenté que resultaba sosprendente la tendencia que mucha gente tiene a creer en cosas que sabe en su fuero interno que no son posibles.
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