Tal y como cita el artículo, realmente parece que estamos “cableados” para la estupidez, aunque personalmente creo que estamos “cableados” para la comodidad y la vagancia. Es infinitamente más fácil admitir la realidad que tanto ser mágico indetectable, pero el problema es que hay que leer, entender y esforzarse en aprender. Eso no parece estar al alcance de todos, por el motivo que sea.
La superstición da "conocimientos" instantáneos, en cambio conocer la realidad requiere de un mínimo de esfuerzo y tiempo.
Por otro lado, parece ser más gratificante para otros huir de la realidad, al igual que un borracho bebe para olvidar. Parece ser que algunos no son capaces de vivir una vida plena, con las limitaciones y problemas que todos tenemos, y se inventan una “realidad” paralela que les resulta más confortante: “Mi padre ha muerto, pero le volveré a ver”, “Mi vida está llena de sufrimiento, pero me espera el paraíso”, “He hecho cosas muy malas en esta vida, pero Dios me perdonará y seré feliz en un lugar mágico”, "Podré controlar mi vida y lo que me angustia si rezo/consulto el horóscopo/uso un remedio homeopático para curarme/me adivinan el futuro/...
Estar “ebrio” no es una solución a nada, no da respuestas a nada, simplemente estas enfermo, aunque momentáneamente te parezca que estas feliz. Tan sólo te estás apartándote de la realidad y tomando decisiones basandote en conceptos erroneos y, en ocasiones, francamente estupidos.
Y después de esta parrafada, os dejo con el artículo publicado en Amazings - Percepción y estupidez
Existen varias maneras de malinterpretar la realidad. Una mala percepción de la misma representa el caso mas elemental. La obvia limitación de nuestros órganos sensoriales, fallos en ellos o sencillamente falta de atención nos hacen percibir la realidad de forma torpe o sencillamente errónea.
El siguiente nivel lo constituye una buena percepción de la realidad asociada con falta de información. Cuando las primeras civilizaciones comenzaron a asociar figuras cotidianas a los conjuntos de cuerpos celestes, lo hacian pensando que éstos estaban enclavados en una esfera enorme en cuyo centro se encontraban ellos. Su percepción de los cuerpos celestes y su movimiento era perfecta. Tanto que incluso llegaron a proponerse modelos de funcionamiento para ellos. Sin embargo carecían de información relevante para entender la realidad del universo: el propio movimiento de la Tierra o el hecho de que las estrellas fuesen soles alejados de nosotros (y entre ellos) por distancias inimaginables.
Una buena percepción asociada con falta de información les hizo tener una comprensión de la realidad, por decir poco, muy limitada.
Pero tal vez la forma mas sublime de malinterpretar la realidad sea aquella en la que, habiendo una buena percepción y teniendo una cantidad adecuada de información para entenderla, uno decide ser un estúpido. No utilizo estúpido como insulto sino como epíteto descriptivo. No pretendo ofender a nadie y de hecho me incluyo entre ellos.
Por continuar con el ejemplo de las estrellas, hoy entendemos muy en profundidad su funcionamiento. Sabemos lo que son, donde se encuentran, cuando nacieron y cuando morirán. Y sin embargo, muchos de nosotros seguimos leyendo el horóscopo cada mañana. Bastaría tomar un libro de ciencia elemental para saber que las figuras con que dibujamos a los dioses mitológicos en el cielo nocturno no tendrían ningún sentido en cualquier otro punto de la galaxia. Pero aún así preferimos ser estúpidos.
Vivimos una época dorada de conocimiento no solo por la cantidad que atesoramos sino por la facilidad de acceso. Y seguimos prefiriendo creer que hace dos mil años los milagros eran frecuentes (hoy por algún motivo ya no podemos caminar sobre las aguas ni vivir dentro de ballenas o ascender a los cielos en caballos en llamas). No nos extraña que Dios prefiriese hablar a mentes curiosas sobre la evolución o el heliocentrismo antes que a sus propios vicarios. Preferimos pensar que las manchas de humedad son parientes que olvidaron decirnos algo mientras vivían o que el cancer de páncreas puede curarse con zumos (la estupidez llega a todas partes).
¿Y qué ocurre cuando chocamos con el durísimo muro de la realidad? No hay problema. Existe una batería infinita de frases y excusas con que eludir el accidente y cubrirnos aún mas con el lodo de la estupidez: “la ciencia no lo sabe todo”, “yo no creo… pero haberlas haylas”, “los caminos del señor son misteriosos” o mi preferida “vivimos en democracia y mis creencias son tan válidas como las tuyas”.
Y el hecho señores, es que la realidad no es democrática.
Parafraseando (libremente) al interesantísimo Michael Shermer, “al parecer estamos cableados para la estupidez”.
——————————–Este artículo participa en los Premios Nikola Tesla de divulgación científica y nos lo envía Enrique Sahagún, diseñador gráfico y Doctor en física en el Dpto. Física de la Materia Condensada de la Universidad Autónoma de Madrid.
Y el mayor problema con la estupidez es que en muchos casos está santificada y protegida legalmente bajo el absurdo paraguas de la religión.
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