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Todos los días llegan protestas de los religiosos y son de este tenor:
"¿Por qué empleas su tiempo en refutar a Dios?"
"¿Por qué no dejas que la gente crea lo que quiera?"
"¿Por qué no dejas en paz la religión?"
Como dijo un comentarista en YouTube hace poco, "Nadie me puede explicar por qué es tan importante convencer a los teístas de que abandonen sus creencias".
La respuesta es simple. Páginas como esta existen porque existe la religión.
La religión penetra nuestra cultura, aparece en nuestras puertas con publicaciones, escrituras y amenazas de condenación eterna, influye en nuestros libros de ciencia, contamina nuestros sistemas políticos, adoctrina a nuestros niños y postula que debe seguirse su doctrina o seremos destruidos en cuerpo, alma o ambos.
Los no creyentes simplemente estamos respondiendo a la avalancha de mensajes religiosos que nos aplastan a diario.
La religión tiene carta blanca de ser tan ruidosa como quiera, de llamar a nuestras puertas y abordarnos en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en nuestras vidas personales y profesionales. Los creyentes tienen la carga de una misión vital de predicar, enseñar, hacer discípulos, gritar desde las cimas de las montañas, de "salir al mundo y predicar el evangelio a todas las criaturas". La religión... está en todas partes.
Pregúntense: ¿cuándo fue la última vez que un ateo tocó el timbre en su casa con la Buena Nueva del Humanismo? ¿Con qué frecuencia se encuentran libros de Richard Dawkins en los cajones de las habitaciones de hotel? ¿Cuál fue el último templo ateo erigido en su vecindad? ¿Alguna vez asistieron a una ceremonia revivalista atea? ¿El ateísmo ha exigido el 10% de su salario? ¿Cuántos canales de televisión dedicados al ateísmo vienen en su televisión por cable? ¿Cuántos versículos ateos te exigieron memorizar cuando niño? ¿Cuándo fue la última vez que alguien le agradeció a un granjero (o incluso al cocinero) sentado a la mesa para la cena, en lugar de a Dios?
En un frente más radical: ¿cuál es el nombre del último ateo que le cortó la cabeza a un "infiel"? ¿O sentenció a muerte a una mujer cubierta con un velo por no complacer a un esposo opresivo? ¿O se ató explosivos al cinturón para matar a cientos en una plaza pública? ¿O colgó en público a una persona gay por su elección de vida?
Está en todas partes. La religión es un tambor resonante que por mucho, mucho tiempo ha quedado sin responder. Y la religión no está satisfecha con simplemente existir en silencio en las casas y los corazones de los fieles. Su propia naturaleza impulsa al creyente a hacer proselitismo, predicar, promover, convencer, convertir y prevalecer. Si uno juega en el equipo de los religiosos, la estrategia es jugar, siempre, en la ofensiva.
A lo largo de nuestra historia, aquellos que elevan una sencilla protesta contra estos avances han sido presentados como el verdadero problema. La religión ha intentado marginar y derrotar las preguntas y preocupaciones legítimas presentando con indignación a cualquiera que se resista como desatinado, inmoral, carente de rumbo, furioso, abatido, perdido y solitario.
Y cuando el escepticismo cuestiona las historias completamente improbables (o imposibles) que se encuentran en la Biblia, el Corán y otros libros sagrados, los religiosos lloriquean: "¿Por qué no pueden dejarnos en paz?".
La ironía es profunda.
Y la religión obstaculiza la curiosidad e inhibe el aprendizaje, tal como prueba el vilipendiado Museo de la Creación. Bloquea el pensamiento crítico. Nos reduce a creer lo increíble. Y envenena los cimientos de la enseñanza que estamos usando para educar a las generaciones del mañana.
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¿Las religiones merecen respeto?
Todos los días llegan protestas de los religiosos y son de este tenor:
"¿Por qué empleas su tiempo en refutar a Dios?"
"¿Por qué no dejas que la gente crea lo que quiera?"
"¿Por qué no dejas en paz la religión?"
Como dijo un comentarista en YouTube hace poco, "Nadie me puede explicar por qué es tan importante convencer a los teístas de que abandonen sus creencias".
La respuesta es simple. Páginas como esta existen porque existe la religión.
La religión penetra nuestra cultura, aparece en nuestras puertas con publicaciones, escrituras y amenazas de condenación eterna, influye en nuestros libros de ciencia, contamina nuestros sistemas políticos, adoctrina a nuestros niños y postula que debe seguirse su doctrina o seremos destruidos en cuerpo, alma o ambos.
Los no creyentes simplemente estamos respondiendo a la avalancha de mensajes religiosos que nos aplastan a diario.
La religión tiene carta blanca de ser tan ruidosa como quiera, de llamar a nuestras puertas y abordarnos en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en nuestras vidas personales y profesionales. Los creyentes tienen la carga de una misión vital de predicar, enseñar, hacer discípulos, gritar desde las cimas de las montañas, de "salir al mundo y predicar el evangelio a todas las criaturas". La religión... está en todas partes.
Pregúntense: ¿cuándo fue la última vez que un ateo tocó el timbre en su casa con la Buena Nueva del Humanismo? ¿Con qué frecuencia se encuentran libros de Richard Dawkins en los cajones de las habitaciones de hotel? ¿Cuál fue el último templo ateo erigido en su vecindad? ¿Alguna vez asistieron a una ceremonia revivalista atea? ¿El ateísmo ha exigido el 10% de su salario? ¿Cuántos canales de televisión dedicados al ateísmo vienen en su televisión por cable? ¿Cuántos versículos ateos te exigieron memorizar cuando niño? ¿Cuándo fue la última vez que alguien le agradeció a un granjero (o incluso al cocinero) sentado a la mesa para la cena, en lugar de a Dios?
En un frente más radical: ¿cuál es el nombre del último ateo que le cortó la cabeza a un "infiel"? ¿O sentenció a muerte a una mujer cubierta con un velo por no complacer a un esposo opresivo? ¿O se ató explosivos al cinturón para matar a cientos en una plaza pública? ¿O colgó en público a una persona gay por su elección de vida?
Está en todas partes. La religión es un tambor resonante que por mucho, mucho tiempo ha quedado sin responder. Y la religión no está satisfecha con simplemente existir en silencio en las casas y los corazones de los fieles. Su propia naturaleza impulsa al creyente a hacer proselitismo, predicar, promover, convencer, convertir y prevalecer. Si uno juega en el equipo de los religiosos, la estrategia es jugar, siempre, en la ofensiva.
A lo largo de nuestra historia, aquellos que elevan una sencilla protesta contra estos avances han sido presentados como el verdadero problema. La religión ha intentado marginar y derrotar las preguntas y preocupaciones legítimas presentando con indignación a cualquiera que se resista como desatinado, inmoral, carente de rumbo, furioso, abatido, perdido y solitario.
Y cuando el escepticismo cuestiona las historias completamente improbables (o imposibles) que se encuentran en la Biblia, el Corán y otros libros sagrados, los religiosos lloriquean: "¿Por qué no pueden dejarnos en paz?".
La ironía es profunda.
Y la religión obstaculiza la curiosidad e inhibe el aprendizaje, tal como prueba el vilipendiado Museo de la Creación. Bloquea el pensamiento crítico. Nos reduce a creer lo increíble. Y envenena los cimientos de la enseñanza que estamos usando para educar a las generaciones del mañana.
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3 comentarios.:
Menudo texto. Gracias por divulgarlo ;)
Gracias a ti Hugo, un placer verte por aquí.
Vi el texto en Azeós y me llamó mucho la atención.
Sí, es un buen texto. También a mí me ha encantado. Lo cierto es que estamos tan acostumbrados a estar rodeados por la luz de la religión, que cuando alguien pone de manifiesto por escrito estos pensamientos, enfocas bien la mirada, te pones las gafas y dices je je, "por Dios", ¿como hemos llegado a esto? ¿cómo el pensamiento mágico lo impregna todo?
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